Empiezo mi serie sobre Japón: vivencias, aspectos sorprendentes (al menos para mis curiosos ojos), experiencias y modos de vida. Todo lo que ví/entendí, como diría fernand0.
Lo primero que sorprende de Japón cuando sobrevuelas la geografía japonesa es el intenso color verde del país. Aunque pueda sonar contraproducente, a pesar de tener una alta densidad demográfica y una industria muy desarrollada, casi el 70% de su territorio esté cubierto de bosques. Japón es "un enorme bosque rodeado de mar". Sorprende la gama de verdes que puedes percibir desde la altura. Si en Julio es un espectáculo digno de mención, me encantaría verlo en otoño, con las diferentes tonalidades de ocres y rojos.
Aterrizamos en Tokyo, pero sólo era una escala con parada intermedia en Itami, el aeropuerto de Osaka y destino en Kyoto.
La ciudad de Kyoto (京都) está situada en una llanura rodeada de montañas por el norte, el este y el oeste. Sus calles fueron diseñadas hace siglos a modo de tablero de ajedrez y fue la capital del antiguo imperio (hasta la restauración Meiji de 1868, cuando la capitalidad pasó a Tokyo). No fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que aún conserva numerosos edificios de preguerra.
Poco conocida en Occidente (excepto por el famoso Protocolo de Kyoto), entrar en Kyoto es viajar en el tiempo: es el descubrimiento del Japón antiguo. Fue capital durante 10 siglos, lo que le proporcionó ser el pilar cultural, religioso y político. Desde el mismo momento en que llegas, deseas darte un paseo y saborear cada momento.
La estancia en Kyoto la empezamos por la parte noroeste de la ciudad, que ofrece ofrecen numerosas oportunidades de gozar de paisajes naturales y tesoros culturales, como el templo Ryoan-ji o Kinkaku-ji, el Pabellón de Oro.
Empezar por Ryoan-ji es un auténtico privilegio: su famoso jardín de rocas pertenece al estilo kare-sansui (枯山水, jardín seco), representativo del espíritu Zen. Este tipo de jardines imitan la esencia interna de la naturaleza y no sus manifestaciones externas.
Cuenta con 15 rocas posicionadas en surcos de piedra blanca formando una figura rectangular, con la particularidad de que desde cualquier posición únicamente son visibles un máximo de 14 rocas. Siempre hay una oculta. Es indescriptible la calma, la tranquilidad y las misteriosas vibraciones que emanan del jardín seco. Invita a la reflexión, pero genera una fuerza difícil de describir. Todo el mundo queda como hipnotizado mirando esa curiosa concepción y manteniendo un silencio absoluto.
Tras un corto paseo, llegas a Kinkaku-ji, el pabellón de Oro, que es probablemente el edificio más fotografiado de Kyoto. El templo es espectacular por su desbordante tono dorado debido al recubrimiento de pan de oro, pero no lo son menos su reflejo en el pequeño estanque que lo rodea y sus jardines, bien cuidados como todo en Japón.
Como podéis comprobar, Kyoto es la capital de los templos, con casi 2000 de religión budista o sintoísta. Más tarde continúo con el viaje y nuestra visita a Kyoto.
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