- Estilo coercitivo o el control total, coincido con el Consultor Anónimo que es el menos beneficioso y el más contraproducente para conseguir resultados.
- Estilo "dirección por objetivos", presionando por los resultados. No significa necesariamente que sea malo, porque hay organizaciones donde creo que es lo mejor para incentivar la productividad del personal.
- Estilo de implicación. Ideal (el que creo que tengo yo mismo) o el que yo resumo como "aunque sea sábado no es pecado estar en la oficina". Voy a trabajar de forma autorregulada, no necesito que nadie me presione para trabajar más y más horas. En algunos casos, incluso te quieren echar a última hora de la tarde (es una exageración). Problema: fácil caer en la adicción al trabajo.
Se utilizaba como analogía del estilo directivo que permite que el empleado asuma responsabilidades en su campo de delegación y responda de éstas frente a sus superiores. Además no sustituye a la segunda opción, porque hay responsabilidad sobre resultados, pero sin que esta presión llegue a ahogar la creatividad y la iniciativa de los empleados. De lo que debemos ser conscientes es de que la pieza clave del mecanismo de autorregulación en el modelo económico es la competencia entre compradores, tanto de productos como de servicios.
La competencia es, en definitiva, la fuerza social que equilibra los mercados, igualando la oferta y la demanda. Pero eso no es tan aplicable a la empresa. En mi opinión, no es posible una autorregulación donde se equilibren las fuerzas a base de competencia entre las partes, porque el resultado no es un equilibrio de precios, sino la consecución de unos objetivos (sin descuidar la responsabilidad del empleador en su obtención) económicos.
work regulation
2 comentarios:
Pura deformación profesional... :)
Yo soy un ferviente creyente en las leyes de mercado, y también en el mercado laboral. Solo que en este caso es un mercado que dista de ser perfecto...
Un empresario no tiene libertad de "comprar" a quien quiere. Si fuera así, simplemente se quedaría con los buenos empleados (los que dan resultados) y descartaría a los malos. Pero ese "descarte" tiene un coste importante que hace que sea menos libre de lo que podría ser.
Del otro lado, tampoco hay libertad total. En un escenario libre, los trabajadores podrían dejar de trabajar para A e irse a trabajar con B. Pero entre las restricciones geográficas, las curriculares, la necesidad de ingresos durante el periodo de cambio laboral y la falta de información existente sobre los potenciales empleadores, este cambio es mucho menos factible y rápido de lo que podría ser.
En mi opinión, si se eliminasen estas ineficiencias, un enfoque de puro mercado a las relaciones laborales sería muy provechoso para todos (menos para los malos empleados y las malas empresas)
Visto en terminos puramente económicos te tengo que dar la razón. Pero no hablamos de bienes o servicios, hablamos de personas con emociones y sentimientos, y ahí no creo que sea aplicable la ley de la oferta y la demanda. ¿no?
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