07 diciembre 2006

Entornos autorregulados y las lecciones de los semáforos

Veo en Ison21 (via Matenomía) que en Drachten, una pequeña ciudad holandesa de 50.000 habitantes, han decidido sustituir semáforos por... amabilidad. El modelo que plantea es interesante: basar el funcionamiento de un sistema complejo en el criterio autorregulado de sus miembros, confiar en la administración en los ciudadanos.
Los cruces principales han sido transformados en rotondas, mientras que la preferencia en el resto de los cruces queda al albedrío de sus viandantes. Básicamente: la anarquía. Anarquía que ha eliminado accidentes graves y atropellos, al tiempo que ha propiciado un incremento del tráfico de bicicletas y peatones.
En lugar de seguir reglas rígidas, cada elemento del sistema se hacen responsable tanto de su seguridad como de la de los demás. El resultado de esta estrategia es un conductor más cauteloso, más civilizado y mucho menos frustrado en la conducción.

Oriol Lloret también hace referencia al tema y comenta que, en el tratamiento de sistemas complejos, lo importante no es el protocolo estático de control de la calidad del resultado final sino crear la dinámica que con alta probabilidad garantice la emergencia de la calidad.

El respeto es el único elemento regulador del sistema. En realidad, este sistema de autorregulación caótico, anárquico y dinámico no es muy diferente del proceso que sigue la Wikipedia o los peer reviews de Nature. Estos sistemas abiertos operan en la frontera entre caos y orden. No existe un punto de equilibrio permanente sino un reequilibrio constante en función de la dinámica compleja del sistema. Ejemplos son Internet, la blogosfera o las redes sociales. También el mundo real, como en la situación de los suburbios de las grandes ciudades francesas, donde la lógica de la inmigración genera mecánicas de agregación dinámica que aportan singularidad y necesitan de ese constante reequilibrio.

Un nuevo debate que se abre es cómo promover la aparición de factores externos e internos que faciliten esa autorregulación. Al menos en Drachten es posible.

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7 comentarios:

Unknown dijo...

¡Muy interesante!.

Sobre este tema es un experto nuestro amigo Julen.

Lo que sería muy interesante es saber en que quedó todo esto de Drachten, ¿quitaron todas las señales? ¿no han vuelto a poner ninguna?.

Yo pienso que sobran el 90% de los sistemas de control que tenemos actualmente.

Por tres motivos:

1. Cuando surge una situación problemática nos inventamos mecanismos de control para solucionarla, pero después el problema desaparece y no retiremos el sistema de control.

2. La mayoría de los sistemas de control actúan de forma local sin coordinarse, sin ningún tipo de visión sistémica. Y por ello sus efectos son contraproducentes.

3. Porque hacen que los seres humanos nos deshabitúen a autocontrolarnos, lo que nos convierte en un sistema muy poco robusto. Y cuando cualquier cosa falla la situación se vuelve caótica fácilmente.

Pero el otro 10% pienso que es necesario.

Alfonso Romay dijo...

Hombre, la autorregulación es útil, pero no en el 100% de los casos. No me imagino eliminar los semáforos en El Cairo, por ejemplo (aunque para el caso que les hacen...).
Es similar a mi crítica de las ideas radicales de Julen: me parece imposible aplicarlas a la generalidad, sólo son aplicables a casos muy específicos.

Efectivamente, en ausencia de normas, cada elemento del sistema complejo se busca la vida y, en determinadas condiciones, el resultado de la autorregulación es mejor que el de la regulación externa.

Alfonso Romay dijo...

Por cierto, que acabo de ver que el maestro ya habló de Drachten y su aplicación a la gestión en las empresas: flujos ágiles y un consumo eficiente y responsable de los recursos de que disponemos

Antonio España dijo...

Con permiso... (esto de saltar en medio de conversaciones aún me resulta chocante)

Lo que quería comentar es que lo que yo veo aquí es la mano invisible de Adam Smith, esa que nos empuja a promover un objetivo (el bien para los demás, una circulación fluída, que no haya accidentes graves) que no es siempre el propósito explícito (desplazarnos de A a B en el menor tiempo y con la mayor seguridad posibles).

Como postulaba el clásico, al buscar nuestro propio interés frecuentemente fomentamos el de la sociedad de una manera más eficaz que si de hecho intentase fomentarlo (por ejemplo, siendo Alcalde e instalando semáforos en cada esquina).

Porque para hacerlo bien, como bien dice Telémaco, habría que manejar un sistema extremadamente amplio y complejo (incorporando el impacto de la hora de los colegios en la ciudad vecina, por ejemplo).

Saludos,
Antonio.

Anónimo dijo...

Muy interesante, amigo Alfonso, sobretodo cuando te acaban de poner una multa de trafico, como a mi hace un mes. recuerdo que, consecuencia directa de la multa me puse a idear sistemas en los que la educación y el autogestionamiento de tus acciones se sustituyera por el castigo y el control en el que nos vemos inmersos todos los conductores.
saludos, compañero.

Julen Iturbe-Ormaetxe dijo...

El ejemplo de Drachten tiene que ver con cómo se producen las conductas emergentes responsables. Es el mismo ejemplo del jardín y el hayedo. La idea que está detrás es la de que enseñar vs. aprender. Si las regulaciones externas toman el papel de gestionar las relaciones, creamos monstruos.

Para mí las ideas de Hans Monderman, que es quien está detrás del proyecto de Drachten y de otras ciudades en Inglaterra, son muy interesantes. Habla de "tráfico social", un concepto muy enganchado con la teoría de sistemas y con el concepto de cuellos de botella del amigo Goldratt.

Ya sabéis que también tenemos un slow movement, de donde podemos coger más ideas. En castellano Poincaré ha publicado "El elogio de la lentitud", que puede resultar útil (aunque a mí me defraudó un poco, la verdad).

Por cierto, este verano, camino de Alemania, estuve a punto de pasar por Drachen para ver cómo iba el asunto. A ver si un año de estos me doy una vuelta por allí y cojo referencias directas del asunto. Porque una cuestión necesaria para que funcione parece la madurez de sus habitantes, ¿no?. Sin embargo, estoy convencido de que necesitamos reducir las regulaciones externas. Las personas deben asumir dentro de las colectividades el rol que les corresponde. Cuanta menos "autoridad externa" mejor, cuanta más "responsabilidad interna" mejor.

Cómo lo conseguimos es un trabajo a acometer.

Anónimo dijo...

En Bermeo, Bizkaia, población pesquera del Pias Vasco de 20000 habitantes aproximadamente nunca ha habido semáforos. Siempre me ha llamado la atención. Allí se invierten los papeles.. Se da por hecho que el peaton en el paso de cebra tieen absoluta prioridad..La gente salta a la calle y ay del que no pare.. Es inmediatamente fulminado con la mirada. Pues buenos son los bermeanos.
Toda una lección de civismo. Ya está bien de qeu el coche sea el dueño y señor de la calle..
Un arquitecto urbanista.